La necesidad nos atora los dedos contra la puerta del apremio, es andar descalzo por la noche de la necedad y pegarse en el dedo gordo con el mueble del no-futuro. Duele a madres. ¿De verdad crees que tanto movimiento agote las instancias para el sarcástico machucón de consciencia? Es que en serio, no puedo visualizar el disfraz dentro de tanto entuerto, con aplicaciones de cromada indiferencia.
Siempre hay un detonador, algo o alguien que hace explotar el vicio, como petardo de fiesta pueblerina, de todas maneras, siempre está el peligro de salir chamuscado por el fuego amigo, ó, por otra parte, hacer lucir el cielo tan colorido como cualquier andante medieval lo quisiera haber visto ó, incluso, imaginado. Es que es eso. La estrechez de mente, eso te pinta más demente que cualquier atavío obseno en carnaval. Lo corto del alcance de los dardos ya sin tino en las ideas muy vacías, son precisamente esas y no otras, las cosas por las cuales no podemos acceder al consenso democrático, a la cama de la dama o al progreso humanista.
Mientras tanto, lo que no suceda no lo sabremos, porque por supuesto, lo que nos interesa es lo que sucede, aunque éste hecho que sucederá, sea ése y no otro, es cuestión de enfoques, es preguntarse lo mismo, sabiendo que no hay respuesta. Pero, el que no se cuestiona, no se sabe responder. 
