miércoles, 29 de abril de 2009

Volantazo

I am the passenger,
I stay under glass,
I look through my window so bright...
Iggy Pop, The passenger

El escapista ocupante deja plantado al viaje todos los días pero hoy su reflejo ha quedado esculpido en sendas formas faciales de aquellos cuyo semblante perdido, impersonal, derrotado y tedioso ocupan sólo espacialmente la butaca del camión contaminante, destartalado y salsero. Pasajeros autómatas, debajo de un vidrio con rayones de asiduos semi-contestatarios ó enamorados consagrados a la perpetuidad en cristal de nombres sin apellidos, sin historia, pero que a través de el encuentran brillo propio en el ausentismo del masificado colectivo sin rostro.

Impersonalidad de la calle, en la calle, por la calle, emana de la gente. Pasajeros solamente, incapaces de dar un volantazo en su vida, ¿por tedio ó por temor?

martes, 7 de abril de 2009

Al amigo cerca, al enemigo más cerca.

Se dice: Uno debe ser propio. La propiedad se nos dá aún más con personas que no son propias de nosotros. El yo es aún un usted hasta que la línea diminuta y separatista del hablar propiamente se va difuminando entre risas, gestos y chascarrillos. Así es cuando el usted se vuelve y se empieza así a ser uno propio del otro pero ya de modo impropio.
¿Para de verdad querer algo se necesita poseerlo? Es decir, ¿en qué microsegundo se pasa uno del lado de serle impropio a alguien a la otra frontera de pertenecerle? ¿Tan sólo por ésta localización geográfico-espiritual ya es uno merecedor de tales aspectos amatorios con todo y sus consecuencias?
A mí me gustan los Beatles, los amo; sucede que de momento no tengo ninguno de sus discos, por el contrario he bajado sus canciones desde Lime Wire. No viví yo en la época en que de verdad fueron el hito musical mundial, sin embargo eso no me destierra de reconocer el valor estructural de sus canciones y más aún, de tan sólo sentarme y disfrutarlas, amarlas. ¿Qué no acaso es ese el verdadero amor sin límites? No tanto el reconocimiento de estructuras sino el pleno deleite de estarte quieto, admirar y disfrutar. ¿Entonces para qué poseer?
Siguiendo tal premisa el amor se me antojaría de débiles mentales, incapaces de deleitarse plenamente si es que aquellos no proceden a poseer primeramente. La necesidad de aparentar propiedad en la impropiedad.
Ahora bien, habiendo bajado sus canciones -Beatles- de Lime Wire, ¿he caído yo en una traición? ¿No es acaso la traición un algo reservado para los que, con anterioridad, se confían mutuamente? Entonces si de verdad existiese la confianza, ésto quiere decir, que no importando el hecho o acción imperaría el estado de derecho a la mismísima plena confianza mutua.
¿En qué momento se vuelve la traición un verdadero acto provocativo de dolor? Pues habría que decir primero que la traición pocas veces tiene que ver con los hechos, sino más bien con los sentimientos de propiedad. La propiedad, por el sólo hecho de ser tuya es signo inequívoco y ciego de que no podría hacerte nada daño bajo ningún supuesto ya que tenemos cerca sólo a lo que se supone nos conviene, aunque dicen por ahí: A los amigos cerca, a los enemigos más cerca.